domingo, 28 de marzo de 2010

un sábado a la noche

Me levante sin ganas, con el cuerpo dolido, solo por unas ganas imaginarias de asistir al fogón.
El escenario tan perfecto, solo nos acompañaba la luna. Los arboles inundaban todo el lugar oscureciendo cada rincón. Las estrellas intentaban colarse entre las ramas para hacernos llegar un poco más de su luz. Pero lo que importaba era el fuego. Me olvide (o quizás no) que los fogones siempre tienen algo que me hacen lagrimear, sea el momento que sea. Me senté sin importancia en una silla, mire el fuego comerse las ramas, me concentre en pensar en blanco pero en solo un segundo tu cara ya estaba ahí. Sentí un cosquilleo que me bañaba, mire las estrellas intentando y respiré fuerte para contener las lagrimas. Insististe en quedarte en mi mente un buen rato, hasta que no aguante. Me pare decidida y sin llamar la atención, me adentre en lo oscuro y deje que escaparan algunas de ellas sin hacer ruido, sin preocupar a los demás. Seque con mis manos mis mejillas y camine hacia la fogata otra vez, simulando que nada pasaba, que mi vida estaba bien, logrando sonreirle una vez mas a la peor tormenta.

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