miércoles, 24 de octubre de 2007

ALFONSINA


Tú nombre no sé, ni tu rostro conozco yo.
Te imagino blanca,débil como los brotes iniciales,pequeña,dulce. Ya ni sé,divina.
En tus ojos placidez de lago, que se abandona al sol y dulcemente le absorbe su oro mientras todo calla. Y tus manos, finas, como aqueste, dolor,el mío,que se alarga, alarga y luego se me muere y se concluye. Así, como lo ves; en algún verso.
¿sos así? Decime si en la boca tenés un rumoroso colmenero,si las orejas tuyas son a modo de pétalos de rosas ahuecados,decime si llorás humildemente mirando las estrellas tan lejanas. Y si en las manos tibias se te aduermen palomas blancas y canarios de oro. Porque todo eso y más, os sos sin duda:Vos,que tenés el hombre que adoraba entre las manos dulces, vos la bella que has matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mí,vos,su criatura. Porque él es todo tuyo: cuerpo y alma.
Estás gustando del amor secreto que guardé silencioso. Dios lo sabe porqué yo no alcanzo a penetrarlo. Te lo confieso que una vez estuvo tan cerca de mi brazo,que al extenderlo,estaba el alma tan gastada,que mi brazo no alcanzó a extenderse.
La sed divina, contenida entonces, me pulió el alma. ¡Y él ha sido tuyo!
¿Comprendés bien? Ahora,en tus brazos,el se adormece y le decís palabras pequeñas y menudas que semejan pétalos volanderos y muy blancos. ¿Acaso un niño rubio vendrá luego a copiar en los ojos inocentes,los ojos tuyos y los de él unidos en un espejo azul y cristalino?. Ceñile la frente!, era tan amplia. Arrancaban tan firmes los cabellos a grandes ondas, que al tenerla cerca,no hacia yo otra cosa que ceñirla! Luego deja que en tus manos vaguen sus labios. Él me dijo un día que nada era tan dulce para su alma,como besar las femeninas manos. Y acaso,alguna vez,yo la que anduve vagando por afuera de la vida,-Como aquellos filósofos mendigos que van a las ventanas señoriales a mirar sin envidia toda fiesta- Me allegue humildemente a tu lado y con palabras quedas, susurrantes, te pida tus manos un momento, para besarlas,como él las besa. Y al recubrirlas,lenta,lentamente,vaya pensando: aquí se aposentaron ¿Cuánto tiempo?,sus labios,¿cuánto tiempo en las divinas manos que son suyas? qué amargo deleite,este deleite de buscar huellas suyas y seguirlas dobre las manos tuyas tan sedosas,tan finas,con sus venas tan azules! que nada podría,ni ser suya,ni dominarle el alma,ni tenerlo rendido aquí a mis pies,recompensarme este horrible deleite de hacer mío un inefable, apasionado rastro.
Y allí en vos misma,sí,pues sos la barrera,barrera ardiente,viva,que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,este silencio de alma en que me escudo,este dolor mortal en que me abismo,esta inmovilidad del sentimiento,que sólo salta, bruscamente,cuando NADA ES POSIBLE!




alfonsina estorni-

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